Pumori, la hija del Everest
viernes, 15 de octubre de 2010
Phakding-Namché-Pangboche "Tercera Entrega"
7:15 |
Publicado por
pumorisangabriel |
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Phakding. Las instalaciones de hospedaje, comida y acogida en el tea house nos dejaron un sabor agradable.
Descanso reconfortante, desayuno abundante: la jornada tenía que empezar. Con las mochilas puestas, arrancamos cerca de las 8:00 con el objetivo de llegar a Namché Bazar en lo que, según nuestros queridos guías Pemba y Nima, sería una jornada de 6 horas. Comenzamos a darnos cuenta que el tiempo nepalí tiene una lógica diferente: una hora se convierte en 45 minutos. Llegamos antes a nuestro destino.
La jornada discurrió por un pequeño camino junto al río Dudcuché, que de vez en cuando se convierte en una carretera o autopista atestada de gente subiendo hacia Namché, la mayoría apurados por llegar al campo base del Everest. Cada cierto tiempo nos encontramos con pequeños caseríos de arquitectura muy distinta a la que nos imaginábamos: casas de piedra, dos o tres pisos, colores fuertes, ventanales con vistas espectaculares, todo pensado en los turistas que llegan de todo el mundo. Pasamos varios puentes colgantes sobre el río, el cual, a medida que subimos, acumula fuerza y bramidos. A la vuelta de cada esquina encontrábamos más cruces de puente. Vestigios de las antiguas estructuras por donde pasaba la gente arriesgando el pellejo van quedando por debajo de los nuevos, aliviándonos por el momento la sensación de sentirnos inseguros mientras el viento juega con las banderas dejadas para reverenciar a los dioses de las alturas.
Almuerzo de medio día, nuevamente comida abundante como un regalo al cuerpo. Para pasar el tiempo, una de las expedicionarias, invitada por la dueña del restaurante, dedicó su tiempo a pelar las papas que serán servidas en los platos de los comensales hambrientos. Pasadas dos horas ya estábamos nuevamente camino arriba, con un clima que iba cambiando al de una tarde fría y nublada. Después de 3 horas, finalizando una subida desde el río hasta un pequeño valle con abundante bosque, llegamos a Namché Bazar, antiguo pueblo donde conviven gente nepalí y tibetana. Es un poblado enclavado entre cerros, como los barrios quiteños de la Libertad o San Juan. En sus pequeñas callejuelas empedradas, Namché Bazar exponea decenas de comerciantes que con una sonrisa amplia ofrecen grandes descuentos por artesanías: artículos de metal, cuero, textiles, joyería, madera, máscaras, campanas de yaks, ollas, candelabros, sacos y mantas de lana, teteras…. En fin, miles de artículos que podrían llenar tres veces nuestra conocida Sukasa.
Arrimamos las mochilas en nuestro hospedaje, a mitad de colina, con una vista generosa del poblado. Sin dejar pasar mucho tiempo, ya estábamos escogiendo la cena para la noche. Esa noche teníamos ducha con agua caliente, detalle altamente cotizado después de dos días de viaje. Lo mejor de todo es que al siguiente día tendríamos día de descanso: ¡un día de compras! Ya por la noche, luego de cenar, el plan fue recorrer de las empinadas avenidas rumbo a un desconocido expendio de estanco. Unos optaron por ese plan, otros buscaron la calidez de las cobijas.
Namché Bazar. En la mañana pudimos dormir hasta tarde: 6 de la madrugada. Aún el cambio de horario nos está haciendo jugaditas nada agradables. De todas formas, cada uno fue llegando al desayuno programado para las 9 con la agradable sensación de que dedicaríamos el día a recorrer Namché, a vaciar los bolsillos haciendo compras. Nos percatamos que este poblado es la tienda de montaña más grande que hemos podido conocer cada uno de nosotros: un almacén de diez cuadras a la redonda de ropa y equipo de montaña: chaquetas de goretex desde 30 dólares (sí, están leyendo bien, treinta dólares), chaquetas de pluma a 40, pantalones de softshell a 25, etc. Muchos caímos en la tentación. Sabíamos que se trata de equipo fabricado y traído de la China, copias muy bien hechas, con los modelos, colores y etiquetas calcadas a las que se venden en almacenes de alta alcurnia —como Andes 6000, Tatoo o la casa de la REI, en EE-UU.—. ¡Viva la piratería! ¡A democratizar el montañismo! Cada uno dedicó su tiempo libremente para recorrer cada rincón: unos por ropa de montaña, otros por artesanías, otros por fotografías, otros simplemente por caminar y caminar. Cada cual fue recibiendo las sonrisas de la gente de Namché, los vendedores y las vendedoras mostraron su enorme sentido del humor, de la alegría, de la generosidad. En especial los tibetanos, con un sentido más amplio, bajaban y bajaban los precios cada vez que pedíamos rebaja.
Ya teníamos la rutina bien asumida. A medio día almorzamos y la tarde la seguimos dedicando a las compras. Nos faltaron ojos, manos y bolsillos para llevarnos todo lo que vimos. Por mala suerte, el peso y las semanas que nos quedan por delante nos obligaron a portarnos lo más austeros posible. Por la noche, cansados de tanto ver artículos mágicos, embrujados por la belleza o la sencillez, mostrando cada uno sus adquisiciones, nuevamente la cena estuvo lista en el comedor… Ya que al día siguiente saldríamos temprano, nos fuimos retirando a nuestras suites. El plan de la siguiente jornada ya estaba trazado y organizado hasta el mínimo detalle: iríamos hasta Pangboche, pasando por Tengboche.
Tengboche-Pangboche. Desayunados, a las siete y media de la mañana partimos rumbo al poblado de Pangboche. Día despejado, augurio de mucho sol, sudor y sed. Subimos hasta la cima del cerro de Namché, donde comienzan a aparecer generosamente montañas y cerros, encañonados, bosques. Al final dos figuras que reconocimos de inmediato: el Amadablán y el Everest. Respiración acelerada por la subida y emoción. El detalle desagradable fu que se había incrementado el número de turistas. El paso por el camino de tierra se hizo casi intransitable. Gentíos y animales de carga. Nosotros, en fila, nos enrumbamos ágilmente hacia las laderas de abajo. Fuimos dejando atrás a los cientos de caminantes que querían llegar, cada uno lo mas rápido posible, a ver su montaña escogida. Teníamos el objetivo de llegar a Tengboche para almorzar y visitar el monasterio budista.
Una bajada estrepitosa por un camino enterrado y empedrado, casi 400 metros de desnivel, hasta llegar al río Yjorsale. Pasamos por un puente colgante con el equilibrio ya aprendido, para nuevamente subir por una pendiente que nos quitó el aliento bajo un sol canicular. ¿A qué hora llegamos? Pasaban los minutos y el trecho no acababa. Decidimos hacer un alto bajo una sombra abundante para comer un par de frutas secas, tostitos con queso (artículo preciado en estas latitudes, premiado con un voto de aplauso a los compradores) y abundante agua. Luego seguimos el camino. No pasaron 45 minutos hasta que la pendiente fue haciéndose mas amigable. Vimos unas pequeñas estepas y de pronto ya: el valle de Tengboche, el monasterio, unos pocos restaurantes y hostales un poco más humildes. La vista al final del valle no podía ser mas tenebrosa, telúrica: ¡de lleno la pared sur del Lhotse, el Amadablán, el Nupse y el Everest! Tardamos varios minutos en reconocer el lugar y tomar fotos; luego fuimos a un restaurante para el almuerzo. De entrada, crema de tomate, la mejor que hayamos tomado en mucho tiempo, quizá la mejor de la vida.
Ya comidos, el plan fue ir a visitar el templo budista que ha sido abierto a todos los turistas que llegan por estos lugares. Monjes jóvenes y viejos pululaban haciendo quehaceres de monasterio: limpieza, cocina, arreglo. Otros se dedicaban a jugar un partido de fútbol en la cancha de la colina. Recorrimos en silencio los rincones del templo, rústico, austero, pintado con dioses. En la sala principal había monjes encargados de hacer un mandala con arena de colores. Nos ofrecieron asistir a la ceremonia de oración. Decidimos quedarnos un tiempo más para verla. Gracias a la gestión de nuestro guía Nima, Edu y Lorena tuvieron la oportunidad de recibir una bendición budista para su matrimonio.
L.S.
Uno nunca sabe cómo van a ser las cosas. Hemos venido un grupo de amigos a ascender al Pumori. En la tarde del cuarto día de montaña, llegamos ha Tengboche, una de la múltiples ventanas del “Khumbu”, la zona del Himalaya, en donde existe uno de los más importantes templos budistas de los sherpas. La búsqueda de una alianza espiritual encuentra aquí una repuesta. Pudimos compartir, con una ceremonia budista, una intención de estar juntos para siempre. Edu y Lore recibieron de manos del lama una bufanda de seda blanca y un certificado en pergamino de la ceremonia. Obviamente, Edu no asomaba porque estaba tomando fotos. No sabía que la novia ya había pagado al lama.
S.P.
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El Grupo Ascensionismo del Colegio San Gabriel lleva 65 años de continua actividad montañera y como grupo a organizado expediciones a Los Alpes, Aconcagua, Mackinley en Alaska, Cordillera Blanca del Perú y Cordilleras de Bolivia y ahora nuestros objetivos nos llevan a la Cordillera del Himalaya en Nepal.
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